En el camino de Emaús, por Luis Eduardo Martínez

Luis Eduardo Martínez: “Hasta el infinito y más allá”

Horas atrás, Domingo de Pascua, proclamó el Papa, Urbi et Orbi, que Cristo resucitó. La alegría del regreso a la vida contrastó con el dolor del día de la crucifixión cuando en palabras de mi recordado compadre Rafael Caldera “la hermosa gesta de tres años había terminado bajo la piedra de un sepulcro. Un grotesco remedo de corona había mancillado la frente del Caudillo. Una tabla sarcástica sobre una cruz de malhechor había sido el remate de la predicación del Nazareno”.

Alegría incontenible que, en palabras de Su Santidad, embargó a dos de los discípulos al encontrar al Resucitado en el camino de Emaús por el cual transitaban desconsolados, sin esperanzas.

Camino que invitó Francisco a recorrer de nuevo en la “confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones” exhortando a dejarnos“sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo”.

Apuró el líder de la iglesia católica a “superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos-dijo- a recorrer senderos de paz y de fraternidad”.

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Creyentes de Cristo que somos, reflexionamos si ha llegado nuestra hora de Emaús, si es el camino de Emaús el que tenemos por delante que dado lo difícil muchos seguramente piensan que son otros los que deben recorrerlo.

A Él rogamos por nuestros muchachos que se han marchado, por los que a estas horas velan sus muertos calcinados en Tijuana, por las jóvenes que cargarán por siempre el estigma de una violación en la travesía por el sueño americano, por los desaparecidos en el Darién, Atacama o el Caribe, por los niños que se acuestan sin comer, por los ancianos que tras una vida de labor su jubilación es limosna, por los trabajadores que se hunden en la miseria, por tantos que padecen por fuerza de la incapacidad de entendernos y de empeñarnos juntos por un mañana diferente.

Es la hora de Emaús para todos, de recorrer el camino de Emaús alegres y esperanzados, tomados de la mano sin más interés que el de legar la mejor Venezuela posible a nuestros hijos y nietos, una Venezuela de bienestar generalizado.

Parafraseando a Gaitán, de cuyo asesinato se cumplieron 74 años este Domingo de Pascua, en su Oración por la Paz, que en el transitar del camino del Emaús prive una cosa muy sencilla: “que las palabras de concordia y de paz” sean el sino.

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