Sobran los diagnósticos en Venezuela. Difícilmente alguna nueva investigación agregue elementos distintos al cuadro tan complicado de nuestro país.
Cifras van, cifras vienen, casi siempre coincidentes pero pocas veces nos encontramos con aportes de valor para salir de la permacrisis que afrontamos.
De los mejores consultores del país, José Antonio Gil Yépez -junto a Seguías, Shemel y Seijas- recibo recién salido del horno “Las Consecuencias y Perspectivas Electorales de la Política, de las Políticas Económicas y de la Economía Política” que vale oro porque más allá de plasmar el hoy entrega información valiosísima para dibujar el mañana.
De entrada, me topo con lo que es mi convicción: entre cinco escenarios posibles sobresale el “Pluralismo democrático”: el chavismo -señala- se democratiza forzado por una amplia alianza opositora de partidos con la sociedad civil. Ambas partes conforman un gobierno compartido.
Re-redactaría yo: “el chavismo-madurismo se democratiza motivado por la permacrisis y la más amplia alianza de sectores de la vida nacional empeñadas todas las partes en que Venezuela sea diferente conformando un gobierno de unidad y reconciliación”.
Afirmo tajante: no hay salida en la confrontación, pero tampoco en el sectarismo. No tienen que explicármelo porque lo sé suficientemente que el Estado -no el gobierno- carece de recursos suficientes para atender tantas y justas demandas. Conozco en detalle el presupuestos de ingresos-gastos 2023 de la república, lo exiguo de sus montos, nadie tiene que explicarme que con tal es imposible, léase otra vez imposible, llevar a niveles de dignidad como establece la Constitución los sueldos, salarios, pensiones y jubilaciones de cinco millones y medio de trabajadores y trabajadoras de la administración pública, ni siquiera para llegar a una media de cien dólares por mes, dificilísimo a cincuenta que tampoco alcanza para mucho y que sin las medidas adecuadas que a la par deberían dictarse terminaría arrojándonos a la hiperinflación y a esfumarse en poco si no se ancla a una divisa fuerte. Un aparte, aunque se ha dicho ya, el salario mínimo venezolano no solo es el más bajo del mundo,sino que es un cuarto del de Bangladesh y Cuba que le anteceden en el sótano y el mensual es menos que el diario de Haití, referente de pobreza extrema en el continente.
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Venezuela necesita de todos para salir adelante y por nuestros hijos y nietos, por lo que están aquí y por los que se han marchado, es obligante esforzarnos juntos. Hay que abrir la economía, desmontar barreras y combatir con ferocidad al burocratismo, privatizar -si les gusta más “democratizar el capital”- empresas ineficientes, proteger y apoyar a empresarios, comerciantes y emprendedores, garantizar la inversión y facilitar la extranjera, liberar el crédito, potenciar el consumo disparando el ingreso, hacer lo necesario para tender puentes y construir nuevas relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea que viabilicen el levantamiento de las sanciones.
Sobra talento y disposición para que a una convocatoria del Presidente Nicolas Maduro Moros se diseñe consensuadamente un plan/programa de recuperación nacional gestionado por venezolanos y venezolanas de bien, indistinta su militancia.
Nadie discute que en el 2022 la economía venezolana se recuperó y que el PIB creció unos dos dígitos. Para el 2023 el Bank of America prevé un incremento de 3,2 %; la UCAB de 4,7 %; CEPAL de 5 %; el satanizado FMI 6,5 %; Credit Suisse 8 %. Cualquiera pudiera ver con optimismo las estimaciones anteriores, el caso es que si tomamos la de CEPAL -que el año pasado fue quien más acertadamente pronosticó el repunte del PIB- necesitaríamos 36 años para alcanzar el PIB del año 2013. Si, sería en el 2059 cuando volveríamos a los estándares de vida de una década atrás por no referirnos a los 70 del pasado siglo cuando “éramos felices y no lo sabíamos”.2059: no sé cuantos de los que me leen vivirán para disfrutar de ese tiempo.
No podemos esperar al 2024, más exacto por el 2025, cuando tras las elecciones presidenciales o Maduro o algunos de los cuarenta y tantos precandidatos presidenciales asuma la jefatura del Estado y del gobierno para hacer lo que debe hacerse.
Que el “por ahora” sea solo “ahora”: los venezolanos y las venezolanas merecen ahora mejor suerte.
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