Uno de los evangelios más hermosos que nos lega el nuevo testamento se encuentra contenido en el libro de Lucas, donde no sólo relata la vida de Jesús, sino además su asunción al cielo. Tras su crucifixión, iban dos de sus discípulos camino a Emaús, recordando con nostalgia y dolor todo lo vivido desde el momento en que conocieron a Jesús.
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Sin percatarse, mientras caminaban, Jesús se acercó y caminaba junto a ellos, interrogándolos acerca de la razón de sus tristezas, al llegar a la aldea este hizo como que iba aún más lejos, mientras era compelido por sus discípulos a quedarse. Al cenar, bendijo el pan y lo dió, fue entonces cuando lograron percatarse de quien era realmente aquel acompañante que ya entonces no estaba.
De esa misma manera se nos ha aparecido Jesús en nuestras vidas y no hemos logrado identificarlo. Descorazonados, caminamos sin rumbo, sin comprender que junto a nosotros siempre se hace presente. Hemos perdido la convicción de su palabra y al perder la convicción en su palabra hemos fallado.
Muchas veces nos sentimos intensamente frustrados sin siquiera haber acometido previamente la empresa. La peor decisión es aquella que no se toma y que cuando se toma no se asume. Debemos poner en marcha nuestros planes y sueños sin detenernos, con convicción plena. La adversidad es sólo un instante, las caídas son necesarias para despertar el animo. Fracasar no es el final, sino puede ser el comienzo de muchas cosas más.
A veces tenemos un actitud de entrega y pesimismo, tenemos una sensación de fracaso que nos impide notar que mientras andamos Jesús nos acompaña y nos fortalece, nos lleva a buen puerto. ¡Es tiempo de despertar! Es hora de vivir el misterio de la fe y el amor a plenitud, ser como Cristo, vivir como Cristo y en Cristo, con espíritu caritativo y alegre. Confiar sin dudar.
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Vivir como Cristo es vivir pese a las incomprensiones, a pesar de los obstáculos y los desplantes, de los sufrimientos y padecimientos, dando testimonio de amor, de caridad, de bondad y entereza, de convicción incólume. Sólo así seremos capaces de alcanzar el verdadero éxito, la plenitud de espíritu y la anhelada paz después de la dura faena.
Nuestro camino nunca estará libre de obstáculos, siempre habrá piedras con las cuales se pueda tropezar, evadirlas es casi imposible, pero aunque nos sintamos solos, Dios estará ahí para tendernos una mano que nos ayude a levantarnos, pese a que seamos incapaces de reconocerlo, allí ha de estar sin falta alguna.
Es tiempo de volver la mirada a la esperanza. Actitud alegre. La alegría trae alegría, y las tristezas mayores tristezas. Vivamos con un corazón gozoso, en gratitud permanente, pues en los pequeños detalles ahí esta la vida. Cómo dijo ese gran poeta y mejor venezolano que fue Andrés Eloy Blanco:
“Lo que hay que ser es mejor
y no decir que se es bueno
ni que se es malo,
lo que hay que hacer es amar lo libre en el ser humano,
lo que hay que hacer es saber,
alumbrarse ojos y manos
y corazón y cabeza
y después ir alumbrando”.
Alumbremos camino, caminando sin parar, en nuestro andar nunca habremos de estar solos. Si nos llegásemos a sentir desolados, basta mirar a los lados para percatarnos que en forma cauta y discreta Jesús nos acompaña. No perdamos la esperanza, amemos y seamos amados.
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