Cuando viajamos, lo primero que nos recibe es un cartel que nos dice “Bienvenidos”, porque aquel lugar nos recibe con agrado. Pero lo que realmente nos abre la puerta no es el letrero, es la tierra que nos llama, la sangre que nos dice que hay algo nuestro esperándonos en ese lugar.
Un pescador me lo dijo una vez en El Tirano, al noreste de Margarita: “La sangre a usted lo llamó”, y resonó tanto como mi misión de vida: contar historias. Desde entonces, entendí que cada viaje no es casualidad. Que recorrer Venezuela es más que turismo, es regresar al origen.
Dice la ciencia de la mente que al viajar, el cerebro recibe una invitación al conocimiento, ya que la experiencia de lo novedoso y el descubrir mejora nuestra capacidad cognitiva. No en vano se ha demostrado científicamente que las personas que viajan son más felices.
Y es que viajar te hace feliz por partida triple: la emoción de planificar el viaje, el hecho de viajar, y el recuerdo que genera la memoria de cómo te sentiste al hacerlo.
Sin embargo, no todos los destinos están marcados por coordenadas. Coincidir con el otro es descubrir y descubrirse en miradas que no son las nuestras. Viajar es autoconocerse y llenar el corazón, no para acumular, sino para permitir que la experiencia te transforme.
Ramón Laborí, un compositor y pescador margariteño me lo resumió en una frase que aún me conmueve
“este paraíso existe porque no lo hemos dejado morir”.
Y ahí está la respuesta. La pequeña Venecia a la que se refirió Américo Vespucio en el Lago de Maracaibo es un viaje hacia el interior, es turismo con propósito y con una mirada de descubrimiento y de traer a la conciencia aquello que inconscientemente damos por hecho: el latir del país.
El verdadero viaje es el que nos hace más humanos y más despiertos, el que nos hace valorar lo propio, lo sostenible, lo hecho con las manos, el que necesita el pasaporte para dejarse transformar.
Viajo para conocer al país y contarlo desde mi mirada.
Y hoy quiero que viajes conmigo y descubramos juntos el corazón de esta carta que invita a conocer las profundidades de este paraíso caribeño, marcado por las edificaciones más antiguas del planeta con la cascada más alta del mundo, por la nieve que cae a 4.978 m.s.n.m en el Pico más alto del país, los medanales en Falcón y Apure y su agua, que cruza el terreno como vértebras que llevan y mueven la vida de este país.
Pero más aún que conozcas su gente, con diversos acentos y modos de ser, que las hacen las personas más cálidas del planeta y el reservorio de la verdadera riqueza de nuestra tierra, porque Venezuela es la sangre que nos llama, aunque estemos lejos.
Venezuela se habla con acento y con pertenencia, por ello esta carta es un “Welcome to pequeña Venecia” para descubrirnos y autoconocernos, porque la patria no son fronteras, sino las personas que hacen de ella una gran familia. ¡Nos vemos el próximo domingo en nuestro primer viaje!
Auchimpe ekö, o “Sé feliz” en lengua pemón
Jose Ricardo, de Con acento venezolano.
@conacentovzla
