En Venezuela los últimos lustros se ha procurado la generación de un contexto profundamente hostil que ha golpeado en forma implacable los cimientos que sostienen nuestra economía. Tras la aparición del petróleo en 1914 nuestro país tomó un derrotero signado por la inestabilidad política frenada por una autocracia que se alimentaba de una renta cuantiosa ajena al esfuerzo y el sudor del campo. Ese proceso distorsionó en forma casi permanente los procesos económicos en el país y naturalmente alteró los procesos políticos. Conquistar el poder era conquistar el control de la renta. Ya no importaba el esfuerzo decidido y necesario de quienes se arriesgaban a poner su futuro en el esfuerzo de sus manos y creatividad.
Los últimos tiempos tras el aparatoso esfuerzo de bloqueo económico que se ha impuesto de manera arbitraria y criminal sobre la economía nacional, los venezolanos hemos vuelto la mirada al campo. Al lugar del que nunca debimos apartarla. Es cierto, las medidas coercitivas unilaterales que pesan sobre el país han hecho de cualquier iniciativa productiva un esfuerzo titánico; pero son factibles. Lo que no es viable es cruzar los brazos y resignarnos a la indiferencia. Las sociedades inteligentes lo son porque replican las experiencias exitosas y las potencian de manera de alcanzar contextos estables de crecimiento y bienestar.
En Cojedes, llano adentro venezolano, hoy se cuenta con un ejemplo que merece ser visto con atención para ser replicado en otros estados del territorio nacional. Nos referimos al antiguo Hato Piñero, ahora conocido como Hato San Miguel. Un centro de producción agropecuaria que de la mano de su actual administrador Hadi El Halabi ha resurgido cuál ave fénix demostrando que querer es poder.
En San Miguel hoy se conjuga una visión productiva sostenible e industrializada, responsable ecológicamente y con altos índices de productividad que deben ser replicados. En sus extensas tierras hoy podemos ver cómo se crea para la mesa venezolana desde un buen queso, hasta una jugosa miel que empalaga los labios, junto con inmensos rebaños de ganados, que pastean en medio del alborozo de pollos que se ofrecen para colmar la mesa de ricos platos, junto a un sabroso vaso de leche recién ordeñada.
Pero, lo que a nuestro juicio merece mayor mérito es el compromiso social que El Halabi junto con el Estado venezolano ha construido con toda su plantilla de trabajadores y con toda la comunidad aledaña a sus extensiones. Es el verdadero desarrollo endógeno, sostenido y con contenido social. Un desarrollo armónico, integral y real el que se produce ahí.
Prosperidad económica, seguridad agroalimentaria y dignificación social y laboral, serían los tres aspectos fundamentales que hoy el Hato San Miguel ofrece al país como elementos necesarios para su desarrollo en medio de las sanciones; hay que reconocer el sentido patrio de El Halabi, por apostar a un sueño tan grande, al que solo los hombres de visión profunda y compromiso nacional podrían medírsele.
Es asumir la tarea impostergable de generar un modelo producto sostenible. Superar la cultura rentista pasa por promover empresarios de la talla y mirada de Hadi El Halabi, apostando decididamente al campo venezolano. Lo que hoy se vive en el hato San Miguel, es la tensión entre la civilización y la barbarie. Es Doña Bárbara y Santos Luzardo. Es la guerra entre la producción y la atrofia. La batalla de Taguanés hoy se libra nuevamente y la consigna es una sola: ¡Producir es Vencer! ¡Necesario es producir, nosotros venceremos!
Por: Angel Zapata
Cronista del Baúl, Estado Cojedes
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