Cuatro años después de romper relaciones diplomáticas, Colombia y Venezuela han dado un giro de 180 grados y estrechado la integración fronteriza, económica y comercial movidos por la afinidad de los presidentes Gustavo Petro y Nicolás Maduro.
La tensa relación bilateral se rompió el 23 de febrero de 2019 a raíz del intento del entonces “presidente interino” de Venezuela, el opositor Juan Guaidó, de ingresar a su país desde la ciudad colombiana de Cúcuta al frente de una caravana humanitaria, intento que acabó en disturbios en la frontera.
Esa frustrada operación llevó al presidente venezolano, Nicolás Maduro, a romper las relaciones diplomáticas y consulares con Colombia, cuyo gobernante de entonces, Iván Duque, había vaticinado días antes: “A la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas”.
“Es evidente que la política del anterior Gobierno no fue la adecuada”, dijo a EFE el excanciller colombiano Julio Londoño Paredes, decano de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Londoño considera que el restablecimiento de relaciones fue “positivo para la imagen del país” que en los años de la ruptura llegó a ser visto como “puente para una eventual intervención de los Estados Unidos en Venezuela”.
Era tal la confianza de Duque en la caída de Maduro que un día antes, el 22 de febrero, apareció con Guaidó en el multitudinario concierto Venezuela Aid Live, que tuvo lugar en la frontera.
En los tres años y medio que siguieron a la ruptura, la frontera, que ya estaba cerrada desde 2015, se convirtió casi que en tierra de nadie y ruta diaria de miles de venezolanos que dejaban su país por la crisis, hasta que Petro y Maduro restablecieron relaciones en agosto pasado, nombraron embajadores y en septiembre pasado la reabrieron.
“La apertura de la frontera y la normalización de las relaciones con Venezuela era algo necesario y esperado por una enorme cantidad de colombianos y venezolanos”, agrega Londoño.
Al cumplirse cuatro años de aquella ruptura, los dos países han retomado la cooperación en campos como el comercio, la seguridad fronteriza, la libre circulación de personas y bienes y la conectividad aérea, aunque aún falta mucho para la normalización plena.
Después de cuatro años de confrontación sin tregua, a los que se suman otros tantos de relaciones inestables y feroces ataques verbales entre los mandatarios de ambos países, llegó Petro a poner orden, y el restablecimiento del comercio fue uno de los primeros objetivos.
El cambio trajo consigo el aumento del intercambio comercial, aunque, según expertos, quedan todavía muchos retos por delante, empezando por la reducción de la burocracia que, tanto colombianos como venezolanos, imponen para la entrada y salida de productos.
Son esas trabas las que impiden que el crecimiento del intercambio comercial -de apenas un 1,49 % entre agosto y noviembre pasados- sea más acelerado y los números suban como se esperaba tras la apertura de la frontera.
Y para derribar los muros que todavía impiden que el comercio fluya entre el país caribeño y el andino, Maduro y Petro firmaron la pasada semana un acuerdo cuyo objetivo es alcanzar este año los 1.800 millones de dólares en operaciones comerciales.
El cierre fronterizo de los últimos años no impidió que miles de venezolanos pasaran a diario a Colombia para abastecerse de alimentos y medicinas, ni el éxodo que llevó a cerca de 2,5 millones de ellos a establecerse en el país andino.
Esos movimientos se dieron principalmente por los centenares de trochas abiertas en la frontera y que con la reapertura de los pasos oficiales subsisten pero con un movimiento muy inferior al de años pasados.
El restablecimiento de relaciones ha estado acompañado además de un reforzamiento de la seguridad y del regreso de la cooperación judicial para “avanzar en investigaciones, procesos y actuaciones judiciales de manera bilateral”, según el embajador colombiano en Caracas, Armando Benedetti.
Aunque las conexiones aéreas entre Venezuela y Colombia no se suspendieron con la ruptura de relaciones, la pandemia fue la excusa perfecta para que la suspensión obligada se dilatase todo lo posible, llegando mucho más lejos que el propio covid-19.
Cuando los cielos del mundo se volvieron a plagar de aviones una vez controlado el virus, las conexiones entre los dos países vecinos siguieron en suspenso, mientras los ciudadanos clamaban por la reactivación de las rutas entre Caracas y Bogotá.
La llegada de Petro a la Presidencia colombiana también activó este sector y el 10 de noviembre se dio la primera conexión entre las dos capitales, un movimiento que va en aumento con nuevos permisos para distintas aerolíneas.
“La relación se ha normalizado pero no totalmente porque ni las inversiones ni la atención consular han regresado a los parámetros anteriores, eso va lentamente”, concluye Londoño.
EFE
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